martes, 28 de enero de 2014

Durante los meses finales del 2013, me aventuré a explorar el místico mundo del teatro (en mi opinión), gracias a la recomendación de un taller por parte de una amiga de la infancia, quien admito no frecuento mucho, pero extrañamente cuando conversamos lo hacemos con total naturalidad.

Entonces estaba frente a la oportunidad de iniciar un taller de teatro, en un momento en el que realmente no le veía mucha satisfacción personal a mi actividad profesional, tenía la sensación de urgencia por explorar cosas nuevas, nuevos desafíos, cosas que "muevan el tapete".

Debo aclarar que mi actividad laboral me encanta, siempre me dio la oportunidad de aprender cosas nuevas, explorar, investigar, y en los últimos años si que pude disfrutar del beneficio económico que me generó, me ha dado la oportunidad de viajar, de darme lujos (la mayoría más que innecesarios), de vivir la vida a mi propio ritmo, sin ataduras de horarios, de frecuentar reuniones con distinguidas e influyentes personas. Aclaro que no siempre fue así, como muchos jóvenes profesionales también pasé por esa etapa de anteponer mi trabajo a mi vida, lamentablemente… (Retomando, en lo que parecería la vida laboral perfecta...) A pesar de todo, sentía que ya no estaba aprendiendo lo suficiente y que todo se estaba volviendo un patrón, algo preestablecido… y ahí es donde aparece el taller de teatro.

Algunas de las personas a las que les comenté mi incursión, se han sorprendido, por alguna razón creo consideran no soy del tipo de persona con una personalidad para hacer teatro. En realidad yo tampoco estaba muy seguro, tenía dudas de iniciar el taller, soy del tipo reservado aunque emocional con un selecto grupo de personas. Pero me aventuré. Luego de la primera clase sentí que había hecho lo correcto, en lo que defino como una liberación mental de las finas pero sólidas cadenas que puede llegar a imponerte la sociedad con sus estereotipos del profesional exitoso.

En efecto, creo que los ejecutivos necesitan de espacios en sus vidas para recuperar o cultivar su creatividad, el ingenio, la rapidez mental, desafiarse fuera de los patrones, fuera de las fórmulas, de los manuales, de lo que ya está escrito.

La breve experiencia que he tenido con el teatro, me ha dejado impactado, es un mundo sin barreras, que permite detenerte, escuchar y mirar al alrededor, es desafiante, lleno de sensaciones, un mundo que despierta y de repente esta en movimiento, aun no logro definirlo en conciso, creo no es posible fuera de la técnica.

He aprendido muchas cosas que me servirán incluso en mi profesión. Confieso, se me ha generado cierta adicción a esa sensación de liberación mental que me generaban las clases del taller y el ser espectador.


En los próximos días tendré que presentar un trabajo práctico como finalización del taller,  me ha emocionado porque me ha dado espacio para crear, escribir, imaginar, para despertar aunque aun lentamente el gigante de creatividad que lidie en mis días en el secundario. Confieso que no soy para nada una revelación actoral, pero disfruto esa sensación que da el crear, el reinventarse. Sin duda quiero seguir explorando este genial mundo.
 

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